-La última mentira que dijiste.
-En Medellín, cuando te dije que te entregaba este cuestionario ni bien
llegaba de viaje.(Cuatro semanas después... aquí está).
-¿Cómo llegás al momento de sentarte a escribir? ¿Algún
ritual u obsesión?
¡Llego como puedo! Aunque en realidad nunca escribí nada bajo los efectos
del alcohol y mirá que soy de tomar más de una copita.
Con respecto a los rituales, fueron cambiando con los años. Al no quedar
ninguno fijo, debería contestarte que no los tengo. El tema con la obsesión es
otro, lo vuelco por completo en mis textos, nunca antes de comenzar.
-¿Golpes de inspiración o trabajo constante?
Trabajo constante y esos dos o tres días al año en dónde aparece ese
personaje, ese ambiente, esa historia con la que te querés casar.
-¿Durante ese proceso, imaginás un lector? ¿Es alguien
definido?
-Cuando escribía columnas, sí. Para mis novelas, no. Achicarían el universo
textual y trato de que suceda exactamente lo contrario.
-¿Qué otras actividades te inspiran?
Es una lista a la que por suerte, todavía, no le encontré límite. Si hay
algo que me interesa, voy y trato de hacerlo. Si me sale bien o mal, no
importa. La parte de investigación es ni más ni menos que la aventura misma.
Y, para mí, sin aventura no hay relato. De cualquier manera, si preferís una
respuesta que tenga que ver más con las influencias que con la inspiración, te
puedo decir que el cine me puso a escribir más de una vez.
-¿Sentís que tu escritura evoluciona o se modifica con el
tiempo?
-Espero que sí, que se modifique. Sentir que escribo lo mismo una y otra
vez me deprimiría mucho. Pero no es casual. En mi caso es un trabajo que hago
cada vez que me planto ante un nuevo libro. Creo que no repetirse es uno de los
desafíos más grandes de nuestro oficio.
-¿Tenés alguna idea postergada por sentir que te faltan
herramientas?
-Siempre. Ahora mismo estoy escribiendo un texto
que se llama “La Desinteligencia”, espero no demorarme demasiado. La
desinteligencia me atrapa día a día. Por eso estoy volviendo a leer sobre
música, matemática, física, todas cosas que representen un desafío durante el
acto mismo de la lectura. Diccionario en mano, comprensión por contexto...
estoy casi como en la primaria.
-¿Cómo es tu experiencia con los editores y el proceso de
publicación?
-Es un tema difícil. Soy de las románticas que
esperan encontrar un novio para el texto. Es común toparse con buenos
correctores. Hombres y mujeres que son excelentes a la hora de pulir, pero que
no necesariamente logran explotar todas las potencialidades del relato. Si
tengo que dar nombres, te diría que mi experiencia con Ricardo Romero en “Don
del Agua”, me confirmó que están allá afuera, que existen y que hay que
encontrarlos.
-¿Qué es un buen editor?
-Ante todo un buen lector. Alguien que
logra ver en un texto cosas que el
escritor pasó por alto o ni siquiera imaginó. Alguien que está lleno de
preguntas, que te inquieta, que te hace volver al abismo una y otra vez. Un
buen editor también te tranquiliza, pero nunca a costa de que te abandones,
bajes los brazos y te contentes con publicar algo mediocre.
-¿Cómo se escribe hoy? ¿Las redes sociales
modificaron la manera en que se piensa?
-No quiero generalizar. Se escribe de tantas
maneras como escritores existen. Trabajé muchos años en revistas y sé que se
puede “crear tendencia” con un solo titular. Así que aquí me planto. Con
respecto a las redes sociales solo me quedo en la obviedad: exacerban las ganas
de muchos escritores de publicar antes de escribir.
-¿Con qué criterios define la crítica cuáles
autores son importantes?
-El día que los comprenda, abandono. Temo termine urdiendo fórmulas para
convertirme en un autor importante y me olvide de todo lo que amo.
-El último libro que te haya sorprendido.
-“La caravana de Gardel”, de
Fernando Cruz Kronfly. Tal vez por tratar un tema que me apasiona, tal vez por
su construcción tanguera repleta de modismos. Tal vez porque leído en voz alta
es como recitar la letra de un larguísimo tango. "Los restos
mortales" de Hugo Salas. Un libro al que quise renunciar en cada página y
cada página no me dejó.
-Un contemporáneo al
que admires profundamente, en secreto.
-Prefiero que siga siendo un
secreto. A veces, cuando uno se sumerge de lleno en el mundo de otro autor,
quiere pensar (al menos por un segundo) que lo transita solo.
-¿Cómo es tu relación con el dinero?
-Poco realista.
-¿Y con el tiempo? ¿Cuánto se resigna para
escribir, digamos, “profesionalmente”?
-Después de ser madre cambió
mi respuesta a esta pregunta. Ahora, el tiempo lo fabricamos entre todos.
-¿Imaginás cómo te perciben tus pares? ¿Y el que
te lee? ¿Es lo mismo?
-A veces tu pares no te leen
y piensan que conocen tus textos por tu manera de desenvolverte en la vida. La
confusión entre persona y personaje es muy común. A mí también me pasa, pero
trato de combatirlo promoviendo el intercambio de libros. El resto del tiempo,
prefiero concentrarme en la escritura y encontrarme con mis colegas en los
espacios de lectura y presentaciones, que tantas alegrías nos dan. Hace unas
semanas, durante uno de esos encuentros, una escritora muy agradable vino a
decirme que ya ni siquiera se puede escribir en primera persona. Las dos nos
reímos. Ninguna va a dejar de hacerlo, pero tener que defender un personaje en
primera, es ridículo.
Con respecto a los lectores
que no escriben, tengo algunas ideas (de cómo me perciben) por los mail o hasta las cartas que me han
llegado. Por suerte, todas muy diferentes.
-¿Qué te angustia?
-La gente que se empeña en
repetir la frase “El que mucho abarca, poco aprieta”.
-El mejor consejo que
te dieron.
-Que desoiga a los que
repiten la frase “El que mucho abarca, poco aprieta” . Que siga abarcando todas
las disciplinas que me hagan feliz y me permitan seguir escribiendo/////.
Foto: Belen Fasulis
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Foto: Belen Fasulis
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