-La
última mentira que dijiste.
-“Diez
minutos más.”
-¿Cómo
llegás al momento de sentarte a escribir? ¿Algún ritual u obsesión?
-Ese
momento siempre es diferente. Cuando estoy ya tomado por algún texto o proyecto
que me entusiasma, suelo ser muy disciplinado y sentarme a escribir un rato o
unas horas cada día. Pero cuando todavía no estoy enganchado con algo soy más
inconstante. Y creo que no tengo ningún ritual ni obsesión. A veces escribo
sentado a la computadora grande, a veces acostado en la cama con la notebook.
Pocas veces en algún bar o lugar de paso. Durante mucho tiempo escribía una
primera versión a mano y después la pasaba a la computadora. Así fue con mis
dos primeros libros y con el comienzo de la última novela. Es un buen ejercicio
y en el tránsito del papel hacia la pantalla se gana mucho, pero lleva
demasiado tiempo. Además, creo que ya no me entendería muy bien la letra.
-¿Golpes
de inspiración o trabajo constante?
-Los
golpes de inspiración llegan, sobre todo, cuando me pongo a escribir. Escribir
es entrar en una especie de trance. Los primeros párrafos son pura racionalidad
y conciencia, pero a partir de determinado momento los dedos empiezan a moverse
solos sobre el teclado, guiados por la voz del narrador que les va dictando lo
que tienen que poner. No siempre llega ese momento, pero cuando llega es
genial. Y calculo que eso es a lo que se llama inspiración.
-¿Durante
ese proceso, imaginás un lector? ¿Es alguien definido?
-Los
lectores que puedo imaginar no tienen una cara o una personalidad muy definida.
Siempre son como una mezcla de varias personas: un amigo cercano o lejano, un
escritor conocido (mío) o desconocido, yo mismo hace diez años o dentro de diez
años, etc.
-¿Qué
otras actividades te inspiran?
-Esta
pregunta podría tener dos acepciones: ¿Qué actividades te suben la libido y te
dan ganas de ponerte a escribir? o ¿Qué cosas o situaciones te incentivan a
escribir sobre ellas? Supongo que la intención de la pregunta está más cerca de
la primera opción que de la segunda. Y la respuesta sería: escuchar música,
caminar, el sexo, el amor, andar en bicicleta, las actividades relacionadas
con: la amistad, los vínculos humanos en general, la familia, el trabajo, el
ocio, el placer, el goce, el sufrimiento, las peleas, los malentendidos, y
muchas otras. (Me doy cuenta de que la respuesta podría valer, casi en su
totalidad, para las dos acepciones de la pregunta.)
-¿Sentís
que tu escritura evoluciona o sentís que se modifica con el tiempo?
-Es
una excelente pregunta. Me gustaría decir que evoluciona, aunque no estoy muy
seguro de eso. En el 2013 publiqué una novela que, para mí (sé que algunos
lectores piensan lo contrario), es mucho mejor que la que publiqué en el 2010,
pero no sé si eso tiene que ver con una evolución en mi escritura o con otros
factores. Es decir, no creo que la novela esté mejor necesariamente porque yo
escriba mejor, sino porque así lo quisieron los personajes y el momento y el
clima en que la escribí. No estoy seguro. Por otro lado, creo que los relatos
del libro que escribí entre mis veintidós y mis veintiocho, Los estantes vacíos, siguen superando a
muchos de los que estoy escribiendo ahora. Así que no sé si desde entonces hubo
una evolución o sólo una progresión. Es una buena pregunta pero no creo estar
dando una buena respuesta.
-¿Tenés
alguna idea postergada por sentir que te faltan herramientas?
-Me
parece que no.
-¿Cómo
es tu experiencia con los editores y el proceso de publicación?
-Con
mis editores de Entropía, que publicaron mis tres libros “más importantes”, ya
tengo una relación de casi diez años (y los voy a mencionar, porque el nombre
de un sello por sí solo no es nada: Valeria Castro, Sebastián Martínez Daniell,
Gonzalo Castro y Juan Nadalini). Y mi experiencia con ellos siempre fue muy buena.
Calculo que en una editorial de las llamadas medianas o independientes el trato
con el autor siempre es más cálido, cercano y “artístico” que en una editorial
grande. Con Entropía el trabajo previo a la publicación siempre fue muy
fructífero, a veces más exhaustivo y a veces menos. Es muy interesante captar
sus miradas, observaciones y correcciones y ver cómo el texto va tomando forma,
cómo pasa de ser un archivo de Word en mi computadora a transformarse en un
libro. Además, en los tres casos, ellos fueron los primeros lectores del
original. Y está muy bueno ese momento en que, al ser leído por los demás, un
texto empieza a tomar vida propia y a desprenderse de uno, de sus intenciones y
de sus propias interpretaciones.
-¿Qué
es un buen editor?
-Alguien
que, entre otras cosas, siente que editar un libro es una gran inversión aunque
no sea necesariamente un excelente negocio comercial. También, claro, debe ser
un buen lector (o al menos un lector apasionado) y tener criterios amplios que
vayan más allá de su gusto personal.
-¿Cómo
se escribe hoy? ¿Las redes sociales modificaron la manera en que se piensa?
-Las
redes sociales modificaron la manera de comunicarse entre las personas, y eso
debe conllevar algún cambio en la forma de pensar. Pero no sé, en lo que se
refiere a cuentos o novelas, cuán diferente se escribe desde su existencia.
-¿Con
qué criterios define la crítica cuáles autores son importantes?
-No
lo sé. Eso habría que preguntárselo a los críticos. Supongo que no habrá un
criterio uniforme y que cada uno tendrá el suyo.
-El
último libro que te haya sorprendido.
-Historia
de Roque Rey, de Ricardo Romero.
-Un
contemporáneo al que admires profundamente, en secreto.
-Preferiría
seguir admirándolo en secreto.
-¿Cómo
es tu relación con el dinero?
-El
dinero es un mal necesario. Mi relación con la plata es parecida a mi relación
con la salud: me altera cuando no la tengo y me es indiferente cuando la tengo.
La plata por sí sola no me interesa nada y me aburren las personas que se la
pasan hablando de guita. Me interesan muchas cosas, y la plata es sólo un medio
para facilitar algunas de ellas y para sacarme preocupaciones. Pero sí, en las
historias que escribo, puede interesarme pensar a la plata como problemática,
como condicionante, como factor fundamental en las relaciones entre los
personajes y de los personajes con sus propias vidas, sus tiempos, sus trabajos
y las cosas que hacen.
-¿Y
tu relación con el tiempo?
-El
tiempo es mi principal enemigo.
-¿Cuánto
se resigna para escribir, digamos, “profesionalmente”?
-No
sé. Creo que yo no resigno demasiado. Como nunca tuve facilidad para ganar
mucha plata, ni tampoco el afán de hacerlo, no es que ahora estoy resignando un
ingreso importante por escribir. No es que estoy dejando la gerencia de una
gran empresa para retirarme a una casa en la montaña a escribir novelas. Por
otro lado, al menos en Argentina los términos “literatura” y “profesionalismo”
no se llevan bien. Sin embargo, yo hoy puedo decir que vivo de la escritura y
de la literatura: escribo (ficción y otras cosas), doy talleres literarios,
corrijo libros. Y eso me permite organizarme de un modo tal que tengo que
resignar muchas menos cosas que cuando trabajaba afuera con horarios de
oficina. (Antes, por ejemplo, no podía ir a buscar a mi hijo a la escuela ni
llevarlo a las clases de fútbol ni almorzar con él, ahora sí. Y como esas,
muchas otras cosas.)
-¿Imaginás
cómo te perciben tus pares? ¿Y el que te lee? ¿Es lo mismo?
-No
sé. A muchos de mis pares los conozco y algunos de ellos son mis amigos, así
que ahí no tengo que imaginar nada. Y en cuanto a los lectores no escritores,
calculo que si me leen es porque tienen una imagen “positiva”, lo que sea que
eso signifique. Y es difícil conocerlos. Lo más cerca que estoy de conocerlos
es cuando me escriben para comentarme o preguntarme cosas sobre determinado
libro o cuando me cruzo con alguno de casualidad o cuando vienen a mi taller.
(En ese sentido los escritores tenemos una desventaja con respecto a, por
ejemplo, los músicos, que tienen a su público ahí a la vista y cuando tocan reciben
un feedback instantáneo. Nosotros sacamos el libro y, más allá de las lecturas
en vivo, si no fuera por el mail o las redes sociales no nos enteraríamos nunca
de quiénes nos leen. Sigo con la digresión: hoy, antes de ponerme a responder
estas preguntas, fui a un asado al que el dueño de casa también había invitado
a su prima y a la vez la prima había invitado a una amiga suya. Cuando esta
chica llegó y se enteró de mi nombre, me dijo “ah, vos escribiste Los puentes magnéticos” y me contó que
lo había leído por recomendación del novio de su hermana y que le había gustado
y se me puso a hablar de la novela. Los demás lo tomaron como algo natural,
pero para mí, como cada vez que me pasa algo por el estilo, fue un flash. Uno
escribe un libro y no tiene ni idea de a la intimidad de quiénes va a llegar
cuando se publique. Es como tirar mil botellas al mar y no tener idea de a qué
orillas o lectores va a llegar en algún momento. Que alguien que podrías no haberte
cruzado nunca se te ponga a hablar sobre personajes a los que les diste vida
después de tener durante meses o años en tu cabeza es bastante increíble.) Si
la pregunta hace referencia a la imagen personal que otros escritores o
lectores tienen de mí, entonces la respuesta sería que imagino que nadie tiene
la posta. Que la imagen que uno puede dar a través de lo que escribe e,
incluso, a través de las redes sociales, en realidad puede tener muy poco que
ver con uno. O que puede tener que ver de una manera muy parcial.
-¿Qué
te angustia?
-El
paso del tiempo.
-El
mejor consejo que te dieron.
-No
sé si la pregunta alude a un consejo literario o a un consejo vital. Consejos
literarios no recuerdo ninguno en especial en este momento. Consejo vital, sí.
Me lo dio una amiga (o conocida, no sé bien cuál es la frontera entre una cosa
y otra) escritora, desde su cama de hospital, una semana antes de morir. “Cuando
estés así de trágico, reíte un poco”, me dijo. Y fue el mejor consejo que me
dieron en mi vida/////.
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IGNACIO MOLINA
Nació en Bahía
Blanca en 1976. Publicó el libro de cuentos Los estantes vacíos (Entropía,
2006), los libros de poemas Viajemos en
subte a China (Pánico el Pánico, 2009) y El idioma que usan todos (Pánico el Pánico, 2012), las novela Los modos de ganarse la vida (Entropía,
2010) y Los puentes magnéticos
(Entropía, 2013), y el libro En los
márgenes (2011), basado en textos de su blog Unidad Funcional. Como periodista ha colaborado en diferentes
medios gráficos y publicado el libro Tribus
Urbanas (Kier, 2009). Trabaja como corrector de estilo y dicta talleres de
escritura grupales e individuales.
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