martes, 28 de octubre de 2014

Juan Manuel Candal






-La última mentira que dijiste.

-Todos decimos mentiras livianas todo el tiempo. Ejemplo: alguien te pregunta cómo estás, tenés un mal día y no tenés ganas de contestar, decís “bien, todo tranquilo” y por supuesto que no estás bien. Pero sacando ese tipo de mentiras casi de economía verbal, en general creo que sólo me miento a mí mismo a veces. Me gusta pensar que cada vez menos, o que cada vez desconfío mejor de mí mismo.

-¿Cómo llegás al momento de sentarte a escribir? ¿Algún ritual u obsesión?

-Necesito una computadora, no me gusta escribir a mano, salvo que esté tomando notas o haciendo diagramas. Como suele pasar a la mayoría de los que escriben, no vivo de esto, así que intento encontrar mis momentos. Si veo que tengo cuarenta minutos, ni siquiera lo intento, sé que mis tiempos son más largos. Mi único ritual es tener al menos dos horas y media, tres, como mínimo. Necesito ese tiempo para pasarlo frente a la pantalla, pelearme un poco con el estado de las cosas en la página. Esa pulseada —y siempre hay una pulseada— entre lo que uno quiere escribir y el modo en que logra hacerlo, necesita, en mi caso, de una mínima garantía de tiempo.

-¿Golpes de inspiración o trabajo constante?

-Hay gente que no cree en la inspiración. No es casual que su escritura siempre tenga un aroma a oficio y método más que a entraña y epifanía. Creo que los grandes momentos de las mejores novelas están dados por la inspiración. Por otro lado, hay un trabajo necesario para conectar esos grandes momentos. Pero más importante, el escritor no trabaja únicamente cuando escribe. Está trabajando cuando se toma el colectivo, cuando está en la cola del Pago Fácil, cuando pasea entre las góndolas del chino. No sólo porque siempre está activo el pensamiento, sino, y creo que es más importante, hay una percepción que se afina todo el tiempo, que se encuentra con singularidades en lo cotidiano y esas singularidades se transforman en disparadores de ideas, de discurso y de la imaginación.

-¿Durante ese proceso, imaginás un lector? ¿Es alguien definido?

-Sí, me parece inevitable. Aunque generalmente al comienzo ese alguien varía: en mi cabeza desfilan escritores amigos o compañeros de ruta. Esto no implica una decisión de libertad o censura. También pienso en un lector desconocido e ideal, y otro también desconocido pero impaciente e irritable con mis métodos.

-¿Qué otras actividades te inspiran?

-Casi toda actividad artística me interesa. La ciencia y la filosofía. La arquitectura. El diseño. Pero sobre todas las cosas, descreo absoluta y enfáticamente en esa idea tan de taller que reza que deberíamos evitar a los personajes escritores. Es curioso, porque es la misma gente que si sabe que sos escritor y chef, te va a decir que escribas sobre el mundo de la cocina profesional, que escribas sobre lo que sabés. Pero no quieren que escribas sobre los procesos del escritor, lo tildan como un facilismo y me parece no sólo un lugar común, sino uno particularmente necio.

-¿Sentís que tu escritura evoluciona o se modifica con el tiempo?

-Mis primeros cuentos y novelas eran mucho más narrativos en un sentido clásico-moderno. Pensaba mucho más en los arcos de tensión, en el desarrollo de los personajes, conflicto, verosímil, etc. En ese sentido, algo que tengo clarísimo es que cada vez me interesa menos la tiranía del verosímil. Lo cual no implica hacer cualquier cosa, sino más bien no hacer de los personajes entidades tan rígidas. Te dicen que un arquitecto de clase media, por ejemplo, debe tener una perspectiva del mundo que responda a esos rasgos, y que el virtuosismo está en hacerlo de forma sutil. Pero nosotros no pensamos todo el tiempo respondiendo a un verosímil, en la vida real rompemos nuestro propio verosímil a cada rato, pasamos por diferentes circuitos de percepción y actuamos muchas veces con absoluta falta de registro. Me gusta que los personajes no queden atrapados por una serie de características, por el discurso, que sus diálogos no respondan a esa suerte de grilla predeterminada.

-¿Tenés alguna idea postergada por sentir que te faltan herramientas?

-Sí. Es curiosísimo pero no se parece en nada a lo que escribí ni lo que escribo en general. Pero desde hace unos 15 años tengo una idea que empezó como un guion de cine y si algún día la escribo, será una saga de libros que oscila en algún lugar entre la ficción orwelliana y la depuración de Stanislaw Lem, quizás pasando por el George R.R. Martin más político que el fantástico. Lo más extraño, supongo, es la razón de este aplazamiento y es que no termino de encontrar los nombres de los personajes importantes (que son muchos) y no tener los nombres me aleja de ellos, siento que no puedo escribirlos de manera genuina, que sería un proceso más cercano a un simulacro. Me pesa mucho el nombre de los personajes, siempre.

-¿Cómo es tu experiencia con los editores y el proceso de publicación?

-Mi experiencia ha sido siempre muy buena, no sé si tuve más suerte que otra gente con los editores o si es que me gusta mucho todo el proceso porque también estuve del otro lado. Si uno puede dejar el ego estacionado a la hora de hablar con los editores, estos no muerden, a lo sumo hay editores con los que uno comparte una afinidad literaria más que con otros. Después, todos viven siempre enquilombados y un poco atormentados también, más de lo que dejan entrever.

-¿Qué es un buen editor?

-Definir al buen editor se me hace imposible sin escribir el equivalente a 5 páginas. Te lo respondo de esta manera: ¿era un buen editor Gordon Lish? Creo que el modo en que escritores y editores se posicionen ante esa pregunta podría marcar un primer acercamiento a una síntesis de respuesta.

-¿Cómo se escribe hoy? ¿Las redes sociales modificaron la manera en que se piensa?

-Hoy se escribe con muchísimo manejo de la sinécdoque para todo lo que no es esencial. Hablo de la escritura que me parece lograda. Ya no se escribe contra los “padres literarios” sino más bien contra el momento que acaba de pasar. Se escribe contra la última página que uno firmó, y se escribe contra el pensamiento muerto, la literatura que en el siglo XXI todavía regurgita las formas del siglo XIX y no como recurso estético, sino por incapacidad de salirse de un paradigma. Sobre el tema de las redes sociales, lo más interesante es que terminaron por demostrar que es una falacia la idea de que existe una vida real y una virtualidad: todo es parte del mismo entramado, las piezas están repartidas en ambas situaciones y el movimiento de una pieza modifica el panorama del tablero general.

-¿Con qué criterios define la crítica cuáles autores son importantes?

-Hay una crítica conservadora que busca los valores de hace cincuenta años. Que aplaude a autores prolijos por ser eficaces en la exposición de ideas e imaginaciones simples. Se me ocurre ahora que ese tipo de crítica ama los géneros, porque es mucho más sencillo darse cuenta cómo algo funciona cuando está claramente enmarcado en un género. Y después hay críticos de solapa que sólo resumen el argumento y la bio del autor, y unos pocos que hacen lecturas muy interesantes, generalmente en medios más siderales.

-El último libro que te haya sorprendido.

-Chronic City, de Jonathan Lethem, es una novela que leí hace un par de años y me pareció interesantísima —por momentos muy árida— pero que tiene algo de milestone literario: un punto desde el cual pensar cuál es la literatura de hoy. Luego, ocurre que algunos de los mejores libros que leí son de gente que conozco y entonces no me sorprende tanto cuando veo los triunfos que obtienen con su prosa. Un libro de cuentos que me sorprendió mucho fue Cómo escribir sin obstáculos, de Francisco Cascallares. Es un gran libro que no tendría que pasar desapercibido.

-Un contemporáneo al que admires profundamente, en secreto.

-No tengo secretos, siempre hablo de los autores que admiro, sobre todo de los contemporáneos. Pero se me ocurre ahora que hay autores que admiro profundamente sin poder reducirlos a un libro en particular. Por ejemplo, Martin Amis. Si me piden que recomiende una novela de Amis, estaría horas dándole vueltas al asunto. Lo más interesante de Amis es cómo construye a Amis, ese autor que ya es una obra en sí mismo y escribe luego novelas y cuentos como fractales. Algo parecido ocurre con Ramiro Sanchiz. Andrés Neuman me parece un autor poco valorado y por las razones más abyectas, y a veces es difícil mencionarlo sin que te miren con condescendencia.

-Tu top five. Vale todo.

-1. Audiovisual: Kubrick, Antonioni, Tarkovski, Lost, Game Of Thrones, True Detective, The Leftovers.
2. Músical: Beethoven, Debussy, Ligeti, Pink Floyd, Depeche Mode, Serú Girán, Fiona Apple, Pearl Jam, Leonard Cohen.
3. Las charlas de café, mano a mano, en las que el tiempo se hace elástico y el espacio se vuelve una cápsula traslúcida.
4. El momento en que parás de escribir porque te das cuenta de que acaba de suceder algo intenso, que un párrafo reveló una musicalidad y una entraña que no esperabas alcanzar.
5. Todo lo previo, compartido con alguien cuya mirada te desarme y te conmueva, alguien con quien exista una conexión profunda que se transforme en una especie de hogar compartido.

-¿Cómo es tu relación con el dinero?

-Nos engañamos todo el tiempo, nunca logramos ser fieles el uno al otro. A veces nos separamos y cuando nos reencontramos nos prometemos una lealtad poco creíble.

-¿Y con el tiempo? ¿Cuánto se resigna para escribir, digamos, “profesionalmente”?

-No me gusta la idea de escribir “profesionalmente”, lo cual puede deducirse de todo lo dicho previamente. Considero escritor profesional al redactor de noticias de un diario, pero no al autor literario. El tiempo es un préstamo, un pecado original que siempre se nos está cobrando. Lo único que podemos hacer es tratar de que nuestro tiempo sea algo más que un tiempo mecánico en el que dormimos, comemos, miramos TV, trabajamos, salimos a tomar una cerveza, incluso escribimos. Supongo que la única manera de relacionarnos bien con el tiempo es salir de esos mecanismos, encontrar el minuto por el que vale la pena ya no sólo ese día, ni siquiera tu vida, sino ese minuto por el que vale la pena que exista el cosmos y haya algún tipo de orden. Un minuto por el que valga la pena concebir el tiempo.

-¿Imaginás cómo te perciben tus pares? ¿Y el que te lee? ¿Es lo mismo?

-Trato de no imaginar mucho cómo me perciben mis pares porque soy irremediablemente malo para eso. No sé cómo me percibe un lector, pero creo que es un derecho pleno del lector el pensarme como le dé la gana. Creo que con mis pares hay una relación de camaradería y apoyo y con el lector casual una tal vez más íntima, justamente porque no sabe quién es el tipo que firma el libro y entonces el lector te hace a su imagen y semejanza.

-¿Qué te angustia?

-Saber que alguien que quiero está mal y no poder hacer nada al respecto.

-El mejor consejo que te dieron.


-No sé si sea el mejor, ni siquiera sé si me convence del todo, pero es uno que siempre me acuerdo y me dieron hace unos 3 o 4 años: si vas a salirte de lo establecido, que sea una salida virtuosa./////




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JUAN MANUEL CANDAL

(Buenos Aires, 1976) se licenció como director/ guionista de cine. Publicó los volúmenes de cuentos Yo robé tu nombre (2009), Siempre tendremos Venezuela (2011), Intimidad para el ojo iniciado (2013), además de las novelas Mundo Porno (Interzona, 2012), y Boutade (Pánico el pánico, 2013) y el libro de ensayos Rosas para Stalin + el magnífico legado de Curtis LeMay (2013). Colabora en varios medios periodísticos como crítico y ha publicado cuentos en diversas antologías y revistas especializadas. Ha sido traducido al portugués y al esloveno.

PROYECTOS

En breve se estará publicando un nuevo volumen de cuentos, Prisma, y una novela titula Un lugar donde no haya literatura.








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martes, 21 de octubre de 2014

Cecilia Szperling
















-La última mentira que dijiste.

-“Ya te lo busco”.

-¿Cómo llegás al momento de sentarte a escribir? ¿Algún ritual u obsesión?

- Ultimamente necesito escribir sola en mi casa, que no haya nadie… algo bastante difícil.  Pero hasta hace unos meses, fluía con felicidad escribiendo en bares. Cultivo rotativo.

-¿Golpes de inspiración o trabajo constante?

- Golpes de inspiración, ganas súbitas de escribir o encargos, me aceleran los tiempos y hacen aparecer eso que estuve escribiendo en mi mente durante mucho tiempo.

-¿Durante ese proceso, imaginás un lector? ¿Es alguien definido?

- No imagino a un lector para nada. A veces,  trato de imaginarme a mí misma como lectora y hago el estúpido juego de leerme como si no supiera lo que había escrito, como si no conociera ese material… jajaja! Una sobreactuación total. Aunque con la lectura en voz alta (a solas) por momentos logro un desdoblamiento, llamémoslo, legítimo.

-¿Qué otras actividades te inspiran?

-  Escuchar.  Si, escuchar es mi gran fuente de inspiración. Escuchar a algunas personas  me produce el mismo efecto que la lectura; “querer dejarlos y sentarme a escribir”. Me dejan su atmósfera. El cine o el teatro me dan ideas de estructuras posibles porque en una hora y media pasa todo. A veces llevo semanas leyendo un libro y en el encantamiento de las palabras me voy olvidando la trama, no me doy cuenta del armado. En el cine lo veo y me resulta útil y mental, lógico, lúdico… el tema de la forma.

-¿Sentís que tu escritura evoluciona o se modifica con el tiempo?

Si, cambia y evoluciona.
Aunque por ejemplo reportajes y notas como los que hice para El Cronista Cultural a escritores ingleses, más otros artículos para Clarín Cultura y Nación y unas notas en Página/30, en los que me comprometía muchísimo, hace mucho que no hago. Y tal vez ya no tenga esa habilidad, en función de darle lugar a una visión más subjetiva. Dejé de lado esa práctica.

-¿Tenés alguna idea postergada por sentir que te faltan herramientas?

-Si, una novela con muchos personajes. Muchísimos. Una novela coral. La primera herramienta que necesito es más tiempo libre (soy una madre trabajadora argentina) y sí, algo del formato para tantos personajes… se me escapa… no lo tengo hoy.

-¿Cómo es tu experiencia con los editores y el proceso de publicación?

- “El futuro de los artistas”, antes de publicarse sacó el Premio Antorchas. “Selección Natural”, antes de publicarse fue finalista en el premio Clarín. Venían con cierta legitimación. Si bien me siento caminando el mundo literario con cierta alegría y felicidad, la casa de los editores no es mi reino y me siento siempre extranjera, ajena. Pero creo que ese karma cambia.

-¿Qué es un buen editor?

- Hay muchas maneras de ser buen editor. Hay editores increíbles y cada uno con logros en distintos aspectos. Cada uno tiene su fuerte. Eso me encanta… y me confunde! Jajaja!!!

-¿Cómo se escribe hoy? ¿Las redes sociales modificaron la manera en que se piensa?

- Las redes sociales democratizaron la literatura. 

-¿Con qué criterios define la crítica cuáles autores son importantes?

- Ni idea.  Pero me encantaría leer lo que contestan.

-El último libro que te haya sorprendido.

- “El romance de la negra rubia” de Gabriela Cabezón Cámara. “La hermana menor” de Mariana Enriquez.

-Un contemporáneo al que admires profundamente, en secreto.

- María Moreno.  Ariel Schettini.

 -Tu top five. Vale todo.

-  Proust, Tolstoi, Capote, Arlt, Puig, Silvina Ocampo, Borges, Art Spigelman, Freud, Cortazar, Silvina Ocampo, Gombrowicz, Copi, Lamborghini, Bob Dylan, Woddy Allen…

-¿Cómo es tu relación con el dinero?

- mmm…tenemos que hablar!

-¿Y con el tiempo? ¿Cuánto se resigna para escribir, digamos, “profesionalmente”?

- No escribo profesionalmente. 

-¿Imaginás cómo te perciben tus pares? ¿Y el que te lee? ¿Es lo mismo?

- Lo que tengo claro es que lo que unos odian es justamente lo que otros aman, tanto en pares como lectores comunes. Así estamos!

-¿Qué te angustia?

- Toda esta saga de malatrato de toda clase a las mujeres.

-El mejor consejo que te dieron.


-Igual te van a criticar… hace lo que quieras!/////





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CECILIA SZPERLING 

LIBROS

El Futuro de los Artistas -relatos-
Premio Antorchas, Editorial De La Flor.

Selección Natural, novela
Finalista premio Clarín, Editorial Adriana Hidalgo.

Natural Selection, traducción de la novela al inglés 
publicada por Aflame, Inglaterra. Y en Etiopía, por salir.

Confesionario, Historia de mi vida privada 1 y Confesionario, Historia de mi vida privada 2, Editorial Eudeba (antóloga).

CONFESIONARIO

En 2000 arranca Confesionario, Historia de mi vida privada con 3 presentaciones en bibliotecas municipales. Recién en 2004 se instala con contuinidad en el Rojas, donde acaba de cumplir 10 años con más de 180 encuentros en vivo por los que pasaron más de 400 escritores y artistas.

CONFESIONARIO TV

Tuvo 2 temporadas en Canal Ciudad Abierta. Marta Minujín, Maitena, Liniers, Kevin Johansen, Fito Paez y muchos más pasaron por Confesionario.

CONFESIONARIO RADIO

Desde 2010 se emite de 22 a 24 (las primeras 3 temporadas los viernes y a partir de 2014 los jueves) en Radio Uba, 87.9fm

PROYECTOS

Terminando una novela autobiográfica sobre La muerte del padre.

El 28 de noviembre presentación de "Cecilia con Fernando Juan y Bruno", la banda rocker donde leo. Con Fernando Pereyra (bajo), Juan Ravioli (guitarra)  y Bruno Dubner (Baterista)

"En la cocina": banda con Paula Maffía (voz y guitarra), Guillermina Etkin (Voz y teclados) y Cecilia Szperling (textos y lecturas), y la/el  4ta/o  integrante en visuales a definir..

Libro Marcado, la muestra. 


Ah! Tengo dos hijos Rocco y Lola. Y me casé con libreta con Andrés Di Tella que es mi amor y mi laboratorio permanente.







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miércoles, 15 de octubre de 2014

Enzo Maqueira




-La última mentira que dijiste.

-“Mañana me levanto temprano”.

-¿Cómo llegás al momento de sentarte a escribir? ¿Algún ritual u obsesión?

-Llego porque el texto me llama. Si no hay texto en proceso de trabajo, llego porque alguna idea empieza a molestarme tanto que tengo que escribirla para que no se escape. No sé si es un ritual, pero prefiero escribir fumando algo rico y escuchando música. Los géneros elegidos varían, aunque casi siempre hay algo de jazz, música barroca y trip hop.

-¿Golpes de inspiración o trabajo constante?

-Un poco de los dos. Creo en eso de que la inspiración llega con el trabajo, pero al mismo tiempo no puedo trabajar si no siento en el pecho algo que tiene que salir. La inspiración empieza siempre con un llama de energía que no puede faltar. Si no está, juego a la Play un rato y después leo un rato más.

-¿Durante ese proceso, imaginás un lector? ¿Es alguien definido?

-Me imagino a mí como lector. Salgo del rol de escritor y pienso si yo, como lector, soportaría/disfrutaría/entendería eso que acabo de escribir. Por eso es tan importante corregir el texto mil veces si es necesario, pero dejar pasar el tiempo y volver a corregir. Y después lo mismo otra vez, con meses de diferencia. Mis textos son el resultado de un diálogo entre mi yo escritor y mi yo lector.

-¿Qué otras actividades te inspiran?

-Hacer asados, viajar, fumar porro, escuchar música, ver buenas películas, dar clases, tocar el piano, tocar (un poco) el bandoneón, cocinar, regar las plantas, viajar a Comodoro Rivadavia, jugar al FIFA (con San Lorenzo, siempre), mirar las luces de colores de los boliches, pensar en Bolivia, acordarme del pasado.

-¿Sentís que tu escritura evoluciona o se modifica con el tiempo?

-Evoluciona y por eso se modifica. Lo siento con mucha claridad, pero no es ningún misterio. Fui al taller de Liliana Heker y aprendí que los textos se trabajan hasta llegar lo más lejos que sea posible. Como casi todo en la vida, es cuestión de práctica. Escribir y corregir constantemente tiene que dar como resultando avanzar cada vez un paso más adelante. O por lo menos eso es lo que debería pasar. Lo que evolucioné fue mi vínculo con el acto de escribir. Entendí que no se trata de vomitar un texto, suponer que es genial y salir corriendo a buscar editor; tampoco es corregir las comas y alguna que otra palabra. Uno empieza a escribir recién cuando el texto ya está escrito. El texto escrito no es ni siquiera una primera versión; es un bloque de arcilla que hay que empezar a cincelar hasta darle forma a lo que tenemos en la cabeza.

-¿Tenés alguna idea postergada por sentir que te faltan herramientas?

-No, pero tengo ideas postergadas por otros motivos e ignoro la existencia de un montón de herramientas que, obvio, también me faltan. Casi todas las ideas que postergo tienen que ver con que mi “yo lector” no está dispuesto a negociar todas la estupideces que se le ocurren a mi “yo escritor”.

-¿Cómo es tu experiencia con los editores y el proceso de publicación?

-Trabajo de editor y tuve una editorial independiente, así que nunca tuve problemas para vincularme con los editores; entiendo perfectamente la lógica del mercado y de los márgenes, y también lo chiquito que es el negocio. Entiendo, también, que los escritores no escapamos a las generales de la ley del capitalismo: somos los primeros en la cadena y, por lo tanto, cobramos una ínfima porción de un producto que no hubiera existido sin nuestra participación. En ese sentido, tenemos la misma participación en la ganancia final que la que tiene cualquier obrero en una fábrica. En nuestro caso con el agravante de que el mercado que parece necesitar de nuestros productos es ínfimo, es decir, ya de por sí hay muy poca plata para repartir. Todo eso lo entiendo, así que con los editores me llevo bien, si ellos entienden todo esto del mismo modo que yo. En cuanto a la parte literaria, suelo aceptar las sugerencias que me hacen los editores. Rara vez me niego. Tiendo a pensar que el yo editor de esas personas es mucho mejor que mi lector.

-¿Qué es un buen editor?

-Un tipo que ve la obra, ve el negocio y ve el autor; junta todo eso en su cabeza y logra conformar una sociedad entre el artista y su plataforma. Pero también un tipo que descubre, rescata y valoriza obras de arte que la humanidad no debería perderse. Y hay un tercer tipo de buen editor que es Matías Reck.

-¿Cómo se escribe hoy? ¿Las redes sociales modificaron la manera en que se piensa?

-Modificaron cómo se piensa, en qué se piensa (definen, como los medios de comunicación, temas de agenda) y, sobre todo, transformaron la escritura en un acto compartido. Mientras escribo estoy siempre conectado y voy y vengo de las redes al texto. Es claro que eso tiene que influir de muchas maneras en la literatura, que se está volviendo una escritura coral y atemporal, porque al mismo tiempo que interactuás por las redes estás yendo y viniendo por la historia del conocimiento humano que cabe casi toda en Internet.

-¿Con qué criterios define la crítica cuáles autores son importantes?

-A veces, por amiguismo; otras veces, por sectarismo; en muchos casos, con real interés y capacidad para descubrir el valor de una obra. En otros muchos casos, por aburrimiento: los críticos se aburren de un concepto y pasan a otro, por lo general totalmente opuesto con el anterior. A veces el criterio es incomprensible. Van por sí solos o se combinan entre sí y abarcan todo el espectro de lo que conocemos como “crítica”, desde reseñadores de contratapa hasta tipos con mala leche. Por suerte en el medio hay un montón de gente que sabe hacer equilibrio.

-El último libro que te haya sorprendido.

-Me gustó mucho El Alud, de Esteban Castromán. Encuentro puntos en común con Electrónica: hay una clase media post-noventa que empieza a aparecer en la literatura, y eso significa que empieza a pensarse a sí misma. Si la clase media es el origen de todos los males y todas las venturas de nuestro país, me parece muy necesario que la literatura vuelva a explorarla.

-Un contemporáneo al que admires profundamente, en secreto.

-Sebakis.  Me parece un enorme intelectual, un gran artista y una de las mentes más lúcidas de nuestro tiempo. Pero no es secreto porque se lo digo cada vez que puedo.

-Tu top five. Vale todo.

1) Cordero pagagónico al asador, preferentemente en Comodoro Rivadavia.
2) El cine de Godard, Truffaut, Herzog y Fellini.
3) Ir a la cancha a ver a San Lorenzo.
4) … ;)
5) La música de Piazzolla, Radiohead, Bach y Air.

-¿Cómo es tu relación con el dinero?

-Me encanta. Me gusta tanto que odio gastarlo.

-¿Y con el tiempo? ¿Cuánto se resigna para escribir, digamos, “profesionalmente”?

-No se resigna, porque el tiempo en que escribo es el único que de verdad vale la pena.

-¿Imaginás cómo te perciben tus pares? ¿Y el que te lee? ¿Es lo mismo?

-Tengo alguna que otra idea de cómo me perciben. Tiendo a amplificar la percepción negativa y a minimizar la positiva, pero la verdad es que la buena onda que me tiran mis colegas es tan grande que deben quererme en serio. Por el lado de los lectores, creo que me perciben de un modo bastante cercano a cómo soy realmente.

-¿Qué te angustia?

-La muerte, sobre todo en su variedad: “cayó un avión”. Escribo esto horas antes de subirme a un avión. Si se llega a caer, ya saben.

-El mejor consejo que te dieron.

-“Cuando cogés no tenés que pensar”. Carlos Santos Sáez, poeta y sabio contemporáneo./////


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 Enzo Maqueira
        
Nací en Buenos Aires en 1977. Soy de Escorpio, ascendente en Piscis y luna en Leo. Serpiente de fuego en el horóscopo chino. Publiqué las novelas Ruda macho (2010), El impostor (2011) y Electrónica (2014). También un libro de crónicas. Estoy escribiendo una novela nueva. Hincha fanático de San Lorenzo. Amo Buenos Aires, pero vivo extrañando la Patagonia. Creo en el Más Allá, aunque me parezca imposible.








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