miércoles, 11 de noviembre de 2015

Flor Canosa







-La última mentira que dijiste.

-Me duele la cabeza. No, eso es mentira, no la uso nunca. No para el sexo, quizás para el trabajo. Las mentiras se las dejo a mis personajes. Es una catarsis para ser un poco más sincera en la vida. Creo que la última mentira fue decirle a alguien que me gustó mucho algo que me gustó relativamente poco.

-¿Cómo llegás al momento de sentarte a escribir? ¿Algún ritual u obsesión?

-Llego caminando y me siento. Bueno, la verdad es que necesito silencio, pero no silencio absoluto sino ausencia de música. La música me impide concentrarme. Pero al mismo tiempo me acostumbré a escribir en intervalos en los cuales no tengo otra cosa qué hacer. Escribo mucho en mi trabajo, entre clases con alumnos, con gente entrando y saliendo para hacer preguntas geográficas, como “¿Dónde está el baño?”. En mi casa, me acostumbré a escribir mientras mi hijo mira videos en Youtube, con gritos de gamers enloquecidos de fondo.

-¿Golpes de inspiración o trabajo constante?

-Intento el trabajo constante, porque los golpes de inspiración son los que me arman la historia completa en la cabeza, como un relámpago que me quema el coco. Después viene el trabajo de rellenar los vacíos. Estar inspirada me sirve mucho para las reescrituras.

-¿Durante ese proceso, imaginás un lector? ¿Es alguien definido?

-No alguien definido, no es que tengo una franja etaria o de raza, sexo, nacionalidad. Pero sí pienso en la gente cercana, sobre todo en mi marido. No es una imagen de los años 50 donde estoy con mi delantal de cocina, esperando que él lea mis borradores con su pipa y sus pantuflas. Pero sí es muy importante su lectura y sus consejos, aunque no los tome todos en cuenta. Como él es extranjero y tiene ciertas limitaciones con el español, me ayudó a encontrar mi forma de contar, mi voz desde el humor y un modo más sencillo de expresarme, menos pretensioso e intelectualoide (que era un vicio que tenía en mis escritos previos). Y es hombre, por lo cual encuentro en su mirada un buen termómetro para medir la temperatura de mis personajes masculinos.

-¿Qué otras actividades te inspiran?

-Leer y mirar películas. Eso como lugares comunes. Pero la verdad… la pura verdad… las mejores ideas se me ocurren mientras me baño o lavo los platos.

-¿Sentís que tu escritura evoluciona o se modifica con el tiempo?

-La edad y las experiencias de vida me cambiaron por completo. Ya no escribo desde la inocente ambición de hacer la novela totalizadora que le vuele la cabeza al lector. Mi ambición actual es que el lector pueda abrir el libro y encontrar un espacio de puro placer, de diversión. Si en el proceso se despeina un poco, misión cumplida. Sin embargo no es que mis novelas sean “light” o intrascendentes, son amenas pero no son condescendientes. Hablan de conflictos y dolores profundos, pero con humor e ironía.
También ahora soy madre, viajé bastante y pude superar con terapia y tiempo muchas cosas complicadas de mi infancia, así que ya la imaginación está más atada al universo de lo posible y de los conflictos resueltos.

-¿Tenés alguna idea postergada por sentir que te faltan herramientas?

-Hasta haber ganado el Premio Equis y que mi libro fuera publicado, sentía que todas mis ideas estaban postergadas por falta de herramientas. Las herramientas eran los editores. Es muy difícil llegar a los editores siendo un escritor novel. Muchos no se toman el trabajo de leer ni un adelanto o son muy específicos en lo que están buscando. Espero ahora tener aunque sea un destornillador, porque la puerta de la edición la pienso abrir aunque sea haciendo palanca hasta que ceda.

-¿Cómo es tu experiencia con los editores y el proceso de publicación?

-Mi experiencia fue muy frustrante hasta que aparecieron los editores del Premio Equis. Ahí pensé: “Así es como se debe tratar a una persona que le puso el alma a escribir un libro”. Salvador Luis de Specimens Mag, Fernando Barrientos y su equipo de Editorial El Cuervo de Bolivia y Pedro Medina León (y compañía) de Suburbano (EEUU), me hicieron sentir como se supone que uno se debe sentir en una primera vez (se aceptan analogías con la primera vez en el sexo), cuidada, querida y acompañada.
        
-¿Qué es un buen editor?

-Aquel que da una oportunidad y es capaz de rechazar a un autor con cierta elegancia. El “no, gracias” sin fundamentos es muy doloroso. Nos hace sentir como Van Gogh. No todos los que escriben un libro tienen talento ni un buen material, pero creo que todos merecen que, aunque sea un solo capítulo, sea leído. Le pasó a Saramago cuando escribió su segunda novela, “Claraboya” (que es excelente) y a nadie le interesó publicarla. Él pasó veinte años sin escribir. Ni hablar de tantos otros casos, desde García Márquez hasta la autora de Harry Potter.
         No pretendo que esto suene a resentimiento, simplemente fueron frustraciones que me empujaron a seguir participando.

-¿Cómo se escribe hoy? ¿Las redes sociales modificaron la manera en que se piensa?

-Las redes sociales sirven de sismógrafos. Cuando publicás te das cuenta cuánto le movés el piso al otro. Aunque triunfan las fotos de gatitos y las placas de autoayuda mal atribuidas y el vil plagio, aún puede separarse el oro del barro. Mi humor en particular tiene mucho que ver con la escritura en las redes sociales y algunos personajes no pueden escapar al estigma de vivir en ese interior calentito pero medio incómodo que es internet. Todavía no sé cuál es el estilo de escritura de la novela actual. Creo que depende de la realidad de cada uno. En Argentina somos producto de los que nos dejó los años 90, pero como seres humanos, somos más que nada producto de nuestras historias de vida y de los relatos que más nos movilizan. Lloro como cerdo mirando películas, pero me seco las lágrimas y prefiero vivir a carcajada limpia. En mi escritura, me siento así. Si no logro encontrar un lugar desde el cual burlarme de las miserias, no me siento cómoda.

-¿Con qué criterios define la crítica cuáles autores son importantes?

-Creo, y no es que tenga un análisis hecho al respecto, que hay muchos tipos de críticos. Están los que miden rating, es decir, los que critican en base a éxito “comercial” pero de cierta elite de escritores bien vistos, o “bien leídos”; están los que se regodean con los escritores más snobs o de moda del momento y elogian cosas que no comprendo, que no significa que no sea buena literatura, sólo que no me identifica. Y están los críticos que, quizás porque no están pagos por nadie o tienen mayor rigor profesional, no critican desde la mala leche sino desde las convicciones. Respeto mucho el trabajo del crítico y sé que no es tarea fácil, pero tampoco creo que una opinión sea absoluta.
         Pero de todos modos, críticos somos todos, no hay que tomar una mala o buena crítica como nada personal. Odio ciertos libros, películas o cuadros que la gente considera obras maestras y me enamoro de otras obras que quizás no estén tan “bien criticadas”. Cualquier charla de café me daría la razón. El fútbol, la política, la religión y el arte son, para mí, relatividades.

-El último libro que te haya sorprendido.

-La Gansada de Roberto Fontanarrosa y Diario de Golondrina de Amélie Nothomb.

-Un contemporáneo al que admires profundamente, en secreto.

-Ninguno en secreto. Me gustó muchísimo “Anatomía humana” de Carlos Chernov.
Sería secreto si admirara a Coelho o a Arjona. Esas admiraciones no son una posibilidad en el mundo conocido. La verdad es que no soy una gran admiradora de nada, a excepción del café con leche.

-Tu top five. Vale todo.

-Mi hijo y mi marido
La comida
Leer en el subte
Los maratones de películas y series
Dormir después del sexo

-¿Cómo es tu relación con el dinero?

-No conozco a ese individuo. J
No me importa demasiado el dinero. Me preocupa más llegar tranquila a fin de mes. Para mí tener dinero es: “Esto lo puedo comprar, pero no me interesa”. Trabajo desde los diecisiete años para mantenerme, así que nunca me pude sentar en una reposera a contar billetes, porque el hecho de tener que comprar la reposera ya era una merma considerable en mis ingresos.

-¿Y con el tiempo? ¿Cuánto se resigna para escribir, digamos, “profesionalmente”?

-En un mundo ideal, no se resigna nada. Si tuviera que pasar ocho horas diarias sentada escribiendo (como lo he hecho para trabajos de escritura free lance), sería la mujer más feliz del mundo. Para mí no es un peso el hecho de ocupar mi tiempo en escribir. Si lo fuera, sería oficinista o bancaria y trabajaría contenta mis ocho horas para pasar el fin de semana en una quinta tomando sol.

-¿Imaginás cómo te perciben tus pares? ¿Y el que te lee? ¿Es lo mismo?

-No creo que sea lo mismo mis pares que el que me lee. No sé quiénes son mis pares, realmente. Creo que estoy comenzando y tengo que ponerme a la altura de “mis pares”. Admiro mucho a los autores que han logrado publicar, porque sé lo difícil que es y agradezco aún más a cada desconocido que elige mi libro entre tantas otras opciones. Mi novela “Lolas”, en un punto, es un placer culposo. Su tapa es polémica para que la mayoría se atreva a sacar el libro en público. Pero es un riesgo controlado. Hay quienes me llamarán tonta por ponerle ese título, porque no verán el bosque tapado por un árbol. “Lolas” no es una novelita de descarte, tiene más profundidad de la que parece a simple vista. Quizás, dentro de dos meses, pueda responder esta pregunta con un poco más de certeza.

-¿Qué te angustia?

-Que este camino se termine acá. Que no me vuelvan a publicar. Que se termine el amor. Que mi hijo no sea feliz. Que el mundo se vaya definitivamente a la mierda. Quedarme pelada.

-El mejor consejo que te dieron.

-Seguí participando. Siempre. No importa que no te lea nadie. Si Saramago tuvo que esperar hasta los 63 años, aún te quedan treinta años más para lograrlo/////.




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FLOR CANOSA

Nació en Buenos Aires, Argentina, en octubre de 1978. Egresada de las carreras de Guión y Montaje de la ENERC (Escuela Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) dependiente del INCAA, Flor se desempeña hace 12 años como Jefe de Trabajos Prácticos en el sector audiovisual del CePIA (Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires) y no deja de tipear desde que atrapó su primera máquina de escribir antigua, a los 6 años de edad. Trabajó como guionista para varios proyectos de diversos canales de televisión de Argentina y Latinoamérica y es la colaboradora autoral de la película independiente Daemonium. Lolas es su primer libro publicado de tantos otros manuscritos que, de ser posible, guardaría en un ático polvoriento, al modo antiguo. Afortunadamente todos están en su computadora esperando por salir a la luz.
Actualmente tiene terminada la novela “Combinaciones” y en proceso la novela “Autoayuda” y el libro de Non Fiction “Este NO es un libro de autoayuda para separados”, en tono de humor.
A mediados de noviembre se realizará la presentación de su novela “Lolas”, ganadora del Premio Equis de Novela Contemporánea 2015 en la librería Eterna Cadencia de Palermo (Buenos Aires).
La novela ya está en venta en Bolivia y, en formato Ebook a través de la página de http://books-marketplace.com/shop/editorial/suburbano-ediciones/lolas.html

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