–La última mentira que dijiste.
–Yo también.
–¿Cómo llegás al momento de sentarte a escribir? ¿Algún ritual u
obsesión?
–No me obsesiona nada con respecto a escribir. Me cuesta
sentarme en soledad y no distraerme. Me obsesiona la soledad y distraerme. En
general me es más fácil escribir pedaleando, parada en el bondi yendo a
trabajar o caminando en la combinación de la B con la C, yendo a trabajar
también. Esto trato de decir: la mente está atenta, dirigiendo al cuerpo en
movimiento, en carrera, adentro del bardo esquivando a otros, soportando
chicharras que te avisan que si no te apurás te cierran la puerta. Ese es para
mí el mejor momento para escribir, en la cabeza se amontonan versos, cartas,
títulos, posteos, argumentos que se pierden al mismo tiempo que se fabrican en
algún túnel oscuro de mi cerebro. Fuegos artificiales que después de explotar
desaparecen. Como es técnicamente imposible pasarlos (al papel, a la compu),
finalmente la escritura no existe. Escribir es un gesto del cuerpo, la
manipulación de una herramienta (me sirve pensarlo así). Igual confío en la
capacidad de recuperación. Intentar recuperar el residuo que deja esa escritura
sin pasar, cuando llega ese momento de sentarse a escribir.
Me digo sin gastarme: -no tenés ni rituales, ni obsesiones
con la escritura-, pero puedo contar esos momentos, que coinciden entre sí en
esto: escribir fue tirarse por una bajada en bici y sin semáforos.
Son momentos en general, sobria; si tomé no puedo escribir
nada. Después de despertar de la noche o la siesta, escribí las cosas que más
me gustan. Será que las imágenes a cara lavada las ves mejor. Pero a la noche,
muy tarde y sin poder dormir, también escribí las cosas que más me gustan. Será
que en ese momento en que todos duermen, por contraste, el volumen y el brillo
de las imágenes se vuelve más alto, y es más fácil verlas y escucharlas.
Conviene más escribirlas, que dejarlas que te aturdan.
Enamorada de una idea, un país, un alguien, una comida, un
movimiento, es también un buen momento para escribir. Enojada, también.
–¿Golpes de inspiración o trabajo constante?
–Bueno, trabajar trabajar. Trabajo sí, constancia no. Más
que golpes de inspiración, la inspiración son ganas de golpear. Es una la que
quiere ponerle el puño encima a algo o alguien. ¿Que no? Por eso la padezco un
poco, una cosa es esa energía, y otra son las ganas de hacerla entrar en el
mundo común en la que una hace cosas sencillas como tomar mate en el balcón,
fumar, preguntar cómo te fue en tal cosa o en tal otra, trasplantar una plantita
a una maceta más grande. Por eso a veces la dejo pasar a la inspiración, y
trato de recuperar más tarde el residuo que deja en los túneles de mi cabeza.
–¿Durante ese proceso, imaginás un lector? ¿Es alguien definido?
–Si, imagino alguienes.
– ¿Qué otras actividades te inspiran?
–¿Sería que me hacen bien? Salir en la bici, nadar a la
noche. Hablar con Cecilia. Leer a los que teorizaron cosas que intuyo y
comprobarme, es hermoso. Música. Hablar con Fram. Que levante viento. Mailen.
Las calles de tierra, la media estación.
–¿Sentís que tu escritura evoluciona o se modifica con el tiempo?
–Y sí. Pero tampoco es que anda por ahí modificándose como
si andara sola. Soy yo que la modifico, pero ella también hace la suya. Nos
modificamos juntas.
–¿Tenés alguna idea postergada por sentir que te faltan
herramientas?
–Tengo ideas postergadas pero no por eso. Lo que me falta
es pensarme por fuera de las herramientas que ya tengo. Sí, eso me falta.
–¿Cómo es tu experiencia con los editores y el proceso de publicación?
–Ellos se cuelgan, pero yo también. Así nos entendemos.
–¿Qué es un buen editor?
–Un amigo que no se distrae.
–¿Cómo se escribe hoy? ¿Las redes sociales modificaron la manera
en que se piensa?
–No sé cómo se escribe hoy. Las redes sociales modificaron
todo. Hay algo bueno; uno lee y conoce a personas que escriben, que de otra
forma no hubiese conocido. A mí, al menos como poeta, me libera de la angustia
de la publicación en papel. Vos escribís, lo colgás y lo van leyendo. Eso es
increíble. Pero también introdujeron formas de valoración que antes no
existían. Entonces es raro y para sospechar. Cada like es un punto a favor, ¿y
si no hay likes? ¿y si hay muchos? No quiero creer en esos sistemas de
valoración, ni vale la pena. Es injusto para tu propia escritura someterla a
eso. Una vez vi que alguien había colgado el poema Masa de César Vallejo. Hermoso, hermoso, muy corto y tenía nada más que tres likes. Y lo leí y releí, y era hermoso. Comenté: es hermoso. Pero no pasó
de los tres likes. Por eso mejor sospechar.
–¿Con qué criterios define la crítica cuáles autores son
importantes?
–Ay no sé, ni quiero saber. Yo escribo.
–El último libro que te haya sorprendido
Quiero decir una poeta, no un libro. Es Elena Anníbal.
–Un contemporáneo al que admires profundamente, en secreto.
–¿En secreto y profundamente? A nadie.
–Tu top five. Vale todo.
Marita, Dana, María, Florencia, Silvia.
–¿Cómo es tu relación con el dinero?
–Trabajo de profe y me depositan el primero. Pago el
alquiler antes del 5 a medias con mi amigo Fram. Me debitan el wi fi. Le pago a
Cecilia el mes entero. Me compré un tele y me metí en cuotas. Voy recién por la
segunda. Uso tarjeta Día y la del Coto, para aprovechar. Como todo lo que me
gusta, rico, barato y casero. Lo que más me gustan son los quesos. Compro poca
ropa porque me da paja elegir y probarme. Buscarle lugar en el ropero me da más
paja todavía. Cuando un libro me gusta lo quiero comprar aunque se consiga el
pdf. El año pasado me compré un mueble para poner los libros. El anteaño un
sommier compré porque estaba enamorada. Este año retapicé las sillas; me
quedaron hermosas. Mi obra social es muy rata de alcantarilla y me cuesta
sacarle provecho. Me gustan las plantas, así que gasto en comprar tierra,
porque en Bs. As. hasta eso.
–¿Y con el tiempo? ¿Cuánto se resigna para escribir, digamos,
“profesionalmente”?
–El tiempo así como horas reloj es un gran invento. Estoy
tratando de entender eso para no angustiarme cuando no lo entiendo, no me
alcanza o no pasa. Profesionalmente no resigno nada, porque no me pagan.
Profesionalmente soy docente, que sí me pagan. Deberían pagarnos más, mucho
más, pero pagar, nos pagan.
–¿Imaginás cómo te perciben tus pares? ¿Y el que te lee? ¿Es lo
mismo?
–No, mis pares son mis amigos y tengo amigos que no me
leen, porque no entienden, dicen, o les da paja. Pero hay algunos que me
leyeron y después se hicieron mis amigos. Es decir, mis pares. Y hubo otros
amigos que me leyeron y me dijeron "no lo entiendo pero lo siento", y me leyeron
más veces. También hay personas que yo pienso: -es mi amigo!- como si mi par
fuera, pero es sólo que lo leí y me gustó mucho, porque jamás nos cruzamos. Con
algunos de esos ni va a pasar porque ya murieron, como con Zelarayán. Creo que
a alguno que me lea puede sentir lo mismo, o lo contrario. No imagino como me
perciben, pero cuando conocí a Cucurto me dijo: -te había leído y te imaginaba
más grandota.
–¿Qué te angustia?
–Estar lejos.
–El mejor consejo que te dieron.
–Tenés que aprender a rendirte, me lo dijo Fram.
Damián también me dijo: vos escribí y escribí, que si te vas
demasiado lejos para eso estamos los amigos, para ir a buscarte/////.
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MARIE GOUIRIC
Nació en Bahía Blanca en 1985, pero en el presente vive en
Buenos Aires. Es Profesora de Artes Visuales, de profesión y vocación. Lleva
publicados, a la fecha, dos libros de poesía —Tramontina (Vox, 2012) y Botafogo
(Eloísa Cartonera, 2014) — y dos plaquetas preciosas editadas por Belleza y
Felicidad: Pensaba que no había un paisaje
pero y Decime qué se siente. Se
siente hermoso, ambos en 2014. Forma parte de la antología 30.30 poesía argentina del siglo XXI,
publicado por la Editorial Municipal de Rosario en 2013. En 2015 tuvo que
descansar, ir a natación y mudarse a una casa con su amigo Fram. Para el 2016
está preparando un libro muy gordo de poesías que saldrá por la editorial
Blatt&Ríos.
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